Espacios naturales de Lucainena de las Torres
Lucainena de las Torres, pueblo enclavado dentro del sistema montañoso de Sierra Alhamilla, siendo lo primero y más destacable con lo que nos encontramos es su famoso Peñón, que bajo sus laderas lo alberga.
Es muy grato comprobar por la noche, gracias al juego de luz artificial instalado en él, como con majestuosidad se impone sobre esta localidad. Por circunstancia de la modernidad tiene que convivir (pero no competir) en armonía con los modernos molinos de viento, aunque (no hay mal que por bien no venga) por la noche con sus destellos parecen más bien llamar la atención del viajante y acercarnos a esta piedra que tanta historia ha visto pasar ante sus escarpadas laderas, como es el caso de las imponentes hornos de calcinación (datan de 1896) en ruinas que aún hoy se conservan de las fundiciones de mineral que extraían en el pasado siglo y que luchando con la tortuosa orografía, era cargado y llevado por una vía férrea, creada a propósito desde aquí hasta Aguamarga para su envío en barcos hasta otros lugares de Europa.
Hoy en día aprovechando la senda abierta por el ferrocarril se pretende reconstruir el trayecto, pero enfocado al turismo rural a través del senderismo, haciendo una llamada Vía Verde (cuyas primeras obras a fecha de 2009 ya han comenzado) y que sin duda es un atractivo más para visitar los parajes que rodean esta localidad.
Así en nuestro camino, sería imprescindible iniciar la marcha hacia las torres en ruinas de los hornos de fundición, siempre observando a nuestro alrededor por si vemos alguna liebre, culebras, aves, flores, insectos, plantas comunes (utilizadas por los habitantes en sus cocinas como son el tomillo, orégano, romero, manzanilla, hinojos, etc...) y por supuesto pitas y chumberas con sus apreciados higos.
A continuación, con el Peñón de fondo, debemos dirigirnos al Poyo de la Cruz, mirador esplendido desde donde poder disfrutar de la hermosa vista del valle y resto de montañas que acogen este punto de la comarca almeriense. Desde allí divisaremos todos los cortijos, áreas de cultivo, torres, antiguos molinos, balsas, etc... que rodean a este hermoso pueblo.
Siguiendo con la visita, si tenemos buenas piernas y bastante calma, podemos ascender al propio Peñón, o en su caso, rodear el bajo de la ladera por El Marchal, lugar lleno de encanto, de donde emana el agua que recoge la montaña y que filtrada de forma natural, puede ser bebida como si de un regalo de naturaleza se tratase. Para llegar al Marchal iremos haciendo estación por los diversos cortijos que jalonan al Peñón, nos cruzaremos con arboles bellos, algunos con cientos de años, y sin duda con la fuente referida, que hace pensar que estemos en oasis en medio de los dominios del desierto de Tabernas, porque eso es lo que supone Lucainena, un paraje que esta entre el desierto y la sierra, por ello encontramos una gran diversidad para quien quiere gozar del campo y de la naturaleza.
Si avanzásemos en nuestro recorrido de la vía verde nos iremos encontrando con numerosos caminos y cortijos con encanto especial. Es de destacar el Cortijo Los Baños, que se configura como un lugar de descanso basado e integrado en plena naturaleza, donde destaca su granja escuela y como no sus baños de aguas sulfurosas, altamente beneficiosas para la salud del cuerpo y alma del visitante.
si vamos un poco más allá en nuestro camino, pasaremos cerca de Rambla Honda y Polopos, barriadas de Lucainena y que vienen marcadas y rodeadas de ramblas que en su momento llevaron agua y que erosionaron de forma caprichosa el terreno, marcando ahora las zonas de cultivo, casas y cortijos que las componen.
Finalmente si proseguimos, nos encontramos con el cortijo El Saltador y en sus cercanías con vestigios de la dominación árabe, ya que todavía allí, como de un pequeño oasis se tratara, al lado de seis palmeras, están las ruinas de una antigua noria árabe, bien conservada.
Si al hacer nuestro recorrido nos entregamos tanto, que nos sorprende la noche, gozaremos (si esta despejado) de un cielo de estrellas que hoy en día en pocos sitios tan tranquilos y limpios de polución podremos encontrar. Aunque todo hay que decirlo, también corremos el peligro y porque no, la emoción, de cruzarnos con algún zorro e incluso con jabalíes y sus jabatos.
Unido con esto decir que existe en esta localidad una gran tradición de la caza y que se suele hacer en grupos de amigos, que luego si la dicha es buena, termina en comidas o cenas en algún cortijo, degustando alguno de los trofeos cazados.
Evidentemente el camino y la Vía Verde (ojala) termina hasta donde antiguamente viajaba el mineral, pero en el caso que nos ocupa, ya se sale de nuestros limites, que por otra parte dan para pasar buenos momentos. Así pues, al viajero que le guste la naturaleza y su historia, ya que ambos son testigos de la identidad de esta localidad llamada Lucainena de Las Torres, no tiene excusas para visitar estos bellos parajes.
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