Vendimia (Almócita)

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La faena de la uva

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En muchos pueblos de la Alpujarra Almeriense, hace cincuenta o sesenta años la mayor fuente de riqueza era la uva, llamada del barco, ya que este producto era exportado en su mayoría al extranjero.

Esta clase de uva necesita de unos cuidados y faenas que otras siendo de mesa no necesitan: Empezando por la plantación de la parra, además, había que hacer un alambrado de cuadros de unos cuarenta centímetros a todo el bancal a unos dos metros de alto para que el fruto colgara de ellos.

El trabajo de las parras empezaba con la poda, que se hacía en los meses de Enero y Febrero.

La poda consiste en cortar los sarmientos, que es el nombre que se les da a los tallos cuando se secan después de cortar el fruto. Se dejan los que se ven mas fuertes y con más señales de brotes para la próxima cosecha, se dejan poco mas o menos de la misma longitud, siempre dándole forma redonda.

Las parras se plantan a unos tres metros de distancia unas de otras por eso al dejarle los uveros se podan de tal forma que no se junten unos encima de otros. Las parras se podrían comparar con un pulpo, y de los tentáculos le brotan los uveros. Si el tiempo es bueno, en Marzo empiezan a brotar y con el brote los primeros pámpanos, este es el nombre con que se conoce a la hoja de la parra, los tallos crecen muy rápido y ya van mostrando los pequeños racimos, pronto se sabe si la cosecha será buena o mala.

Dependen también de muchos factores, como epidemias fríos, nieblas, o granizos. Las mayores epidemias son:

  • Mosca blanca.
  • Mildeu.
  • Melazo: eran unos bichillos blancos y pegajosos, que infectaban la parra y que si no se cogían a tiempo podían afectar al parral entero.
  • Ceniza.

Para combatir estas plagas, se utilizaban insecticidas, como:

  • Sulfato.
  • Azufre (para la ceniza).
  • Para la mosca, un producto que se disolvía en agua, introduciendo el líquido resultante en unos recipientes de cristal llamados mosqueros, estos se colgaban de los alambres, tres o cuatro por parra.

También los abonos, hierro y riegos con una frecuencia semanal.

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Aparte estaba el enemigo meteorológico: como las tormentas de granizo, que suelen caer a veces en verano, pudiendo malograr toda una cosecha.

La huella que dejan estas tormentas es conocida por pedrea. Por eso cuando se iba despampanando, la parte de arriba se dejaba lo más cubierta posible, para proteger los racimos de las inclemencias meteorológicas y de las calinas de sol, aunque no siempre se conseguía. Como se puede ver, el parral ero dedicaba mucho tiempo y esfuerzo a la cosecha, pasándose prácticamente todo el año pendiente de ella.

Cuando llegaba Octubre y se vendían bien y se cobraba, el parralero se sentía satisfecho, de ver que el esfuerzo había valido la pena.

Cuando empezaba la recolección todas las manos eran pocas, se juntaban amigos vecinos parientes y se metía gente a jornal aquí ya también la mujer tenía que arrimar el hombro.

El medio de transporte eran los mulos, entonces no había coches, ni siquiera carros, tampoco los caminos eran lo que son,en algunos parrales, como el río los caminos eran muy dificultosos los pobres animales y los hombres que los conducían lo pasaban mal porque tenían que procurar que el fruto no sufriera daño.

Para el transporte se equipaban las bestias con unos aperos especiales que se llaman pedreras, que eran de madera cogidas con unas cuerdas al lomo del animal y a cada lado se colocaban dos cajones que se cubrían con una manta y se ataban sujetándolos para que no se movieran, pues cuando la uva se traía del río la distancia era de cinco o seis kilómetros, con cuestas muy empinadas de subida y de bajada.

En cada cajón cabían 25 kilos, es decir que cada animal transportaba 100 kilos en cada carga, daban vario viajes al día según la distancia, en algunas ocasiones llegaban bien entrada la noche.

Algunas veces se limpiaba la uva a pie de parral, y en este caso, se transportaban en los barriles, ya tapados para el embarque directamente, pero lo normal era la limpia y embarrilado en los almacenes que habilitaban para la ocasión, se colocaban sillas pegando a la pared, donde se sentaban las mujeres, le iban colocando los cajones con la uva sucia, y con unas tijeras de punta redonda, para no pinchar el granos se quitaban, las pequeñas, las picadas de los pájaros, las que tenían alguna mancha o ceniza, las podridas, después de esto, se pasaban a las reparadoras, pues siempre quedaba alguna en mal estado y había que asegurarse bien, ya que una uva picada podía pudrir un barrar.

De las reparadoras, el proceso pasaba al pesaje o báscula, las uvas eran pesada en cantidades de 25 ka, que era la capacidad del barril.

En una madera gruesa colocaban el barril, ponían una capa de serrín al fondo, después una capa de uvas siempre empaquetadas con el grano hacia arriba, se volvía a cubrir con una capa de serrín y otra de uvas, así una y otra vez hasta rellenarlo por completo, entonces se balanceaba el de atrás hacia delante hasta estar bien empaquetado, llegando por fin el ultimo paso que era tapar el barril, a la tapa se le ponía una varilla alrededor y se clavaban con púas quedando listos para el embarque. Este trabajo era para personas especializadas, ni todas las mujeres embarrilan ni todos los hombres los tapan. En los últimos años se retiraron los barriles y se empaquetaban en cajillas de 5 kilos. Como podéis ver esta faena necesitaba mucha dedicación y mano de obra, el trabajo duraba hasta ultimo de Diciembre. También a la granuja se le sacaba beneficio, la granuja era las uvas que se quitaban a los racimos al limpiarlos de eso se hacia el vino. Entraba mucho dinero por estos pueblos, tanto para el que tenía cosecha como para el que trabajaba a jornal. Hasta que una sequía desde el 1980 hasta el 1984 arrasó todos los parrales, la gente se fue a trabajar fuera del pueblo y la gente mayor que quedó, ya no estaban para empezar otra vez.


Poda y amarre de uveros

Cuando la uva se ha recogido, se dejan las parras invernar, se le caen todos los pámpanos y quedan solo sarmientos.

Entre Enero y Febrero la parra está como "adormecida", parece que estuviera seca, hasta que al entrar la primavera, la sabia empieza a correr como la sangre por las venas, por eso la poda se debe de hacer antes de que empiece a coger vida. Se suele decir que si la parra se poda después de este periodo invernal se secará al cortar los sarmientos, la savia se vacía como la sangre de una vena rota. No todos los parraleros saben hacerlo, son personas especializadas en poda, ya que de esta depende la cosecha del año siguiente.

Esta actividad consiste en dejarle los uveros mas fértiles y fuertes, para que tengan muchos brotes y posteriormente la cosecha sea abundante. Después vendría el amarre de los uveros, consiste en atar los sarmientos a los alambres, para cuando empiece a ramear no se caiga hacia abajo, para cuando el fruto empiece a engordar tenga el suficiente apoyo y no caiga y se parta. Los hombres hacen del atar los uveros un trabajo muy minucioso, se cogen un manojo de esparto, se lo colocan en el cinturón, pues para esto necesitan las dos manos libres ya que consiste en coger sarmiento por sarmiento de los que se han quedado para reproducir la próxima cosecha y atarlos a los alambres por dos o tres lados, a lo largo del uvero, se colocan derechos y se sujetan con esparto juntos y atados con un nudo al alambre. Por eso lo del esparto en el cinturón, lo tienen al alcance de las mano y a la vez las manos libres.

En marzo la parra empieza a brotar y el fruto va creciendo a la vez que los pámpanos, se van liberando los racimos que salgan enredados con los sarmientos o los alambres de forma de ir dejando libre toda la muestra, se le quitan los pámpanos que estorben al crecimiento de la uva, en algunas ocasiones han tenido que quitar incluso racimos porque la cosecha es tan grande que la parra no podría con el peso del fruto. Para el buen desarrollo de la uva, a pesar del castizo, el abono, riegos, labranza, azufres, sulfatos e insecticidas, es que el tiempo acompañe y la cosecha sea buena. La uva como otros frutos depende de su sabor, color y dulzor, de la tierra en que se críe. En sitios de ombría, es decir donde el Sol no pega mucho, es más verde y ácida que en sitios soleados, donde el color aunque es blanca es más transparente y rosado. dependiendo del terreno y de la orientación que tenga la finca .

Castizo (Engarpe, liga o macheo)

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Tiempo de aplicación: del 15 de mayo en adelante, dependiendo del tiempo,se adelantaba o se atrasaba. Se hacia una escobilla, con varios racimos de uva en flor (de una parra loca, sin injertar) a veces rodeada con mastranzos o hierva buena,para que aguantase más el castizo y diese olor.

Se ponía esta escobilla en el extremo de una caña la cual estaba rajada y se ataba, con un esparto o guita. La caña facilitaba la aplicación a los racimos, sobre todo, a los que estaban en las parras más altas. Se solía dar por las mañanas y por las tardes, evitando el hueco del medio día para evitar el golpe de calor, así como muy temprano por las mañanas por las rociadas que dificultaban la aplicación del castizo. La función era hacer caer la cascarilla de las uvas y se repetía hasta que estas habían cuajado; dos o tres veces, después había que dar unas vueltas porque siempre quedaban algunos racimos más tardíos. A la vez que se iba dando castizo, se quitaban los pámpanos que estorbaban y se soltaban los racimos que estuviesen pillados con los sarmientos para que creciesen libres y sin dificultad. Este trabajo se desarrollaba tanto por hombres como por mujeres y también los niños cuando salíamos del colegio. La gente solía ayudarse unos a otros para terminar cuanto antes, pues con el calor se ponían las parras engolfadas (todas a la vez) y se pasaba el tiempo de aplicación.

Aparte del trabajo que representaba, también era como una buena convivencia, se solía llevar la comida al campo, lo cual sobre todo para los niños era como una excursión. Para hacer el trabajo más ameno, unos cantaban, otros contaban chistes y así se pasaba el rato. En los ratos de descanso, los niños solíamos jugar (mientras los mayores echaban un rato la siesta) o nos íbamos a coger alcaparras, que luego vendíamos y así sacábamos un dinerillo para los gastillos del verano.

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