Alcolea en el siglo XVI

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En la repoblación de Felipe II.

Una vez que la guerra de Las Alpujarras terminó (1568-1571), el rey Felipe II ordenó confiscar todos los bienes de los moriscos y desterrarlos por toda Castilla. A partir de esta fecha todas las poblaciones de Las Alpujarras quedaron desiertas, -sin gente-. Razón por la cual la Corona diseñó un complejo plan para "repoblar" los lugares con cristianos viejos llegados de todos los rincones del Estado. Alcolea, como el resto de los lugares de la Taha de Andarax, fue repoblada en 1575 con personas provenientes de distintas partes de España.

Para realizar esta compleja acción, la Corona ordenó "apear" todos los bienes de moriscos, haciendo un inventario exhaustivo de tierras, casas, arboledas,... Una vez apeados los bienes, éstos se ordenaban en lotes, lo suficientemente cómodos como para que una persona y su familia pudiera vivir de ello. El lote se componía de tierras de regadío y secano, así como un olivar y moraleda, además de un huerto. Los lotes se asignaban arbitrariamente a los vecinos que iban llegando, razón por la cual oficialmente recibieron el nombre de suertes, puesto que se introducían en los recipientes (tinajas, ollas, o incluso sombreros) en los cuales en uno se depositaban los nombres de los repobladores y en el otro estaban las "suertes".

Una vez deslindadas las propiedades que tenían en Alcolea los cristianos viejos que ya vivían allí antes de la rebelión, la Corona encontró apeados un volumen de bienes moriscos para 40 suertes. No obstante, y antes de repartirlos, la sociedad del siglo XVI no entendía la igualdad entre personas, razón por la que la Corona, previno que debía haber vecinos más ricos que otros. Para ello un mismo repoblador, además de la suerte de vecindad, podía recibir tantas suertes de Ventaja (este era el nombre oficial) como su calidad exigía. De esta manera el rey ordenaba la sociedad en una escala diferenciada según el poder adquisitivo de cada nuevo vecino.

Según este preceptivo reglamento, Alcolea se repoblaría con 35 vecinos en el orden social siguiente: un solo vecino, Miguel Amorós, dispondría de 3 suertes y otros dos repobladores, Diego de Santiago y Diego Hernández, le asignarían dos suertes. El resto de los 32 repobladores de Alcolea, en la que se incluía un sacerdote y un sacristán, se le repartirían una suerte de población a cada uno.

Las casas de los moriscos quedaron como nuevas moradas para los repobladores, siendo repartidas de forma arbitraria, salvo la del beneficiario o sacerdote y el sacristán que se procuró que fuesen las más cercanas a la Iglesia.

Según era preceptivo, la única condición exigida por la Corona para entregar a perpetuidad los bienes fue que los repobladores debían estar presentes en el reparto, ya que debían comprometerse ante el escribano real a pagar un Censo de Población de un real anual. Ello hizo que en la firma del censo perpetuo, celebrada en Alcolea el 3 de abril de 1.573, tan sólo asistieron 26 vecinos, quedando el resto como Suertes Vacas. Poco tiempo después comenzaron a llegar los demás vecinos, quienes inmediatamente otorgaron su escritura de Censo. Las razones para su falta eran diversas y obedecían a un sinfín de contratiempos que impedían una mayor celeridad en la llegada al lugar. Otras causas del retraso en la conformación del censo perpetuo fueron los traspasos de las suertes a otros repobladores, o sencillamente la lejanía de sus puntos de origen que obligaba a viajes muy lentos. Demostración de los desplazamientos realizados es el siguiente cuadro sobre el origen de pobladores.

La mayoría de los pobladores de Alcolea eran castellanos y andaluces, aunque también había un vasco y hasta un francés, nación esta última a la que el rey permitió repoblar siempre y cuando fuesen católicos. De los andaluces, no hay duda que la gran mayoría correspondían a la Alta Andalucía, es decir, la zona más oriental, pues el Reino de Sevilla (actuales provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla) no participó nadie. Esta proporción es similar a la que registraban los otros lugares repoblados de Las Alpujarras.

Los pobladores asentados en Alcolea en su mayoría eran casados, bien recién matrimoniados o con hijos pequeños. Esta circunstancia permite adivinar, como ocurre en otras muchas poblaciones de la comarca, que estas gentes tenían intención de quedarse y echar raíces. En otros casos hubo también solteros que buscaron en las nuevas tierras el futuro para construir familia.

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Referencia

Valeriano Sánchez Ramos (Licenciado en Historia Moderna y de América).

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